miércoles, 8 de marzo de 2017

LOS LIBROS QUE ME ESCRIBÍAS

¿Alguna vez te he dicho que me has asesinado?
Que me has robado la felicidad, que no me has dejado ni gota de positividad, que me has dejado tan seca que no me quiero.

“Te voy a escribir la historia de una niña pequeña que siempre solía estar triste si no veía llover. Entonces, un día sin nubes, salió a la calle triste y se encontró con el sol. Le preguntó a éste que por qué no llovía más días ya que a ella le hacía muy feliz. Entonces le preguntó el sol, si quería que desapareciera, y así tendría más días felices, aunque no lo vería más. Y la niña pensó que sería perfecto tener más días de lluvia, pero que también sería muy bonito poder encontrarse al sol otra vez por la calle. Así que le pidió al sol que se convirtiera en lluvia y a la lluvia en luna. El sol haría lo que la niña le pidiera, siempre y cuando dejara de estar triste”

Había una niña tan triste tan triste, que deprimía a todos aquellos que osaran mirarla.
Siempre estaba amorosa o enfadada, no sabía controlar sus sentimientos. Por eso prefería estar siempre sola, ahuyentaba a los que querían acercarse. Era capaz de inventar ideas negativas para que se fueran, ella pensaba que les ponía pruebas de amor, y que nadie la quería.
No estaba dispuesta a tener compañía. La gente hace daño. Y cada vez estaba más sola.

 “Una noche oscura sin estrellas que acompañaran a la solitaria mitad de la luna, camina una mujer, llevaba tiempo haciéndolo y lo hacía lento muy lento a causa de algo que la atormentaba. Sentía como la gente de alrededor era incapaz de ver y sentir el dolor que llevaba consigo.
De pronto vio a un niño mirándola impasible que se le acercó y le tendió la mano. Ella desconfió. Y de repente aceleró el paso dejando atrás aquella cara sonriente y paciente.
Pero tras unos pasos más se volvió, y le preguntó qué hacía allí. Y el niño le contesto, vengo a hacerte feliz.
La mujer le preguntó por qué no podía serlo. El niño le dijo que quizás no sabía lo que es ser feliz. La felicidad no es reír. No es divertirse. Ni siquiera es esperar encontrarla, porque la agobiarías. La felicidad será tu camino, tu senda.
Ella le dijo que le enseñara a serlo. Y el niño mejor le haría un favor.
Me llevaré tu miedo, tu vergüenza y tu culpa a cambio de que te obligues a ser feliz cada día”

Y eso hizo el niño, se llevó mi miedo, mi vergüenza y mi culpa, me dejo sintiéndome en calma, en paz conmigo misma, pero se fue. Y me dejo con pena, con la misma tristeza, pero sin miedo, vergüenza, ni culpa. Con la frente arriba y el corazón roto.
Él me enseño que realmente solo yo misma puedo encontrar la felicidad eterna en mi corazón, él solo fue uno de los personajes que llegan a tu vida y te marcan, pero no se quedan.
Ella no entendió el mensaje, porque lo que hizo en cuanto el niño desapareció, fue ponerse triste otra vez. Volver a sentir ese dolor profundo al respirar. Pero decidió estar bien cuando había gente, decidió hacerse sociable. Y estar triste solo y siempre que estuviera sola. Nunca cerca de gente. Ella realmente fingía, pero llegaba a creérselo, siempre y cuando, estuviera rodeada de gente. Y cuando estaba sola, entristecía por segundos, lo peor de todo, es que le encantaba estar sola. Cada vez le gustaba más estar sola, estaba mejor sola que acompañada. Aunque sola fuera infeliz y acompañada estuviera alegre.

“Él despertó sobre las 5 de la mañana de un sueño inalcanzable pues soñó con lo que nunca había tenido, ni siquiera imaginado y ya no volvió a dormir esa noche. Al día siguiente se fue a la cama pensando en retomar aquel deseado y precioso sueño, pero no consiguió dormir en toda la noche.
Al día siguiente volvió a pasar lo mismo y empezó a dar el sueño por perdido pues el miedo a no volver a sentir más aquel sueño le invadió de tal forma que las noches se convirtieron en pesadilla sin sueño. Su locura llegó a tal punto que pensó en dormir para siempre y así vivir para siempre en ese sueño que le llenaba tanto de libertad y paz. Pero a su vez le producía un dolor muy fuerte en su pecho.
Un día a falta de todas esas horas de descanso, vivió algo que le recordó a ese sueño tan deseado y puro y fue una sonrisa, una cara y un lunar en un lugar determinado. Y decidió que transformaría ese sueño en ilusión y que conseguiría volver a dormir si encontraba la forma de poder ver esa sonrisa cada día, cada instante, cada minuto, cada segundo.
Pero cuando se quiso dar cuenta estaba dormido y cuando despertó vio esa cara esa sonrisa y ese lunar en un lugar determinado, respiró profundamente, se pellizcó y se dioB cuenta que su sueño se hizo realidad”.

La niña triste empezó a tener amigos, con ellos era feliz. Aunque siempre estaba deseando quedarse sola para poder estar triste.
Un amigo muy especial le declaró su amor, y la niña triste aprobó la relación poniendo pruebas constantes a su amor.
Este a veces se agobiaba, pero estaba enamorado y la confianza previa de la amistad era fuerte.
Empezaron a ser felices juntos, pero él quería conocer su verdad de cuando estaba sola. Ella siempre se mostraba feliz. Pero un día, le contó que era triste cuando estaba sola, ella creía que le gustaba estar triste. Y así se lo contó a su amigo.
Él le preguntó que cómo podía ponerse triste estando felizmente enamorada de él. Y se puso triste al saber la verdad de la niña triste. Su amigo empezó a estar triste cuando estaba con ella.
Y un día se fue.

“Él se dedicaba a pintar cuadros de arte. Y tenía la gran virtud de fotografiar cualquier imagen a través de sus ojos. Paisajes, imágenes, rostros, los plasmaba de forma perfecta en su lienzo. Un día conoció a una chica, que paseaba con una amiga. Le llamó la atención que no tuviera brillo en los ojos. Y por esto se propuso pintarla, retratarla, dejar constancia de algo tan insólito, pero hubo un problema, fue la única vez que no pudo recordar unos ojos, una boca, su pelo, sus marcas, sus hoyos, sus lunares. Entonces paró de pintar, y se propuso conocerla. No volvería a pintar hasta entonces.
La encontró. Y estuvo observándola días. Tras un tiempo, ella empezó a decirle que algún día tendría que irse. Y él más se apresuraba en conocer todos sus detalles para poder recordarla siempre. Y entonces llego el día que marchó. Y él esclavo de aquella necesidad de recordarla, retomó su pintura.
Pintó y pintó sin cesar, no comía, no bebía, no dormía. Llego a perder la visión de un ojo a causa del esfuerzo. Y al tiempo la del otro. Sin visión, su profesión no le servía de mucho, solo le quedaba esperar a que su vida se consumiera. Entonces llamaron a la puerta. Y al abrir su nariz se embriago de un olor que le era familiar, que le recordaba a alguien. Era ella.
Y sin mediar palabra, le recorrió con su mano toda la cara, con sus defectos e imperfecciones. Con sus hoyos, con sus labios, su nariz, sus ojos. Entonces sintió como un rayo que le recorría desde la punta del pelo a las uñas de los pies. Y solo pensó en pintarla, dibujarla. Y la retrató de forma perfecta, sin verla, sin ver. Solo su nariz y sus manos lo hicieron posible. Pero fue tan perfecta la imagen que realizó, que pintó algo que no llegó a ver, el brillo de sus ojos”.

Los cuentos a veces son tristes, la vida también lo es.

“Pues éste trata sobre un beso. Perdido en un bosque. Pero no de árboles con ramas y hojas, sino de ventanas y puertas.
Este beso perdido siguió una senda que le llevo a un camino. Tras caminar y caminar por el bosque de ventanas y puertas. Se encontró con que el camino se dividía en dos. Por un lado, se veía una flecha en dirección a la izquierda que ponía miedo. Y por otro, otra flecha señalando a la derecha que ponía deseo. El beso pensó en coger hacia la derecha pues coger por el miedo no le atraía nada. Siguió el camino del deseo y al llegar allí, se encontró con una sirena que salía de un lago mediano con el agua muy clara.
Y cuando pudo, le pregunto a la sirena que si le podía ayudar. Ésta le contestó que para ayudarle tendría que ir a ver a miedo. Entonces este se dio media vuelta y volvió al cruce donde se encontraba el camino hacia el miedo. Al llegar se encontró con un viejo desaliñado y tosco. El cual le pregunto de malas maneras que qué hacia allí molestándole y usurpando su territorio. El beso le explico que se había perdido y que había ido a ver a la sirena deseo. Y que esta le pidió que fuera a verle.
Entonces fue cuando miedo le propuso hacer un trato. Y le propuso un camino de vuelta lleno de incertidumbre y peligros hasta su casa. Pero que le ayudaría prestándole una malla de coraje que le ayudaría a llegar a su camino. Entonces fue cuando beso volvió de nuevo al lago. Y busco de nuevo a deseo. Pero el lago no estaba. Y la sirena yacía tumbada en el suelo.
Fue cuando apareció el viejo miedo. Transformándose en un bello unicornio que recogió a deseo y a beso y los llevo directamente al sitio de donde nunca debieron salir. De tu boca”

También hay cuentos sin final.

“Ella necesitaba ser mayor, encerrada en su cuerpo que le parecía insuficiente, inadecuado, impropio de ella, de su forma de pensar, de su forma de vestir, de su forma de mirar y al fin y al cabo de su forma de vivir.
Cada cosa que hacía la orientaba a parecer a los demás que era mayor, más adulta, ya que ella no lo necesitaba lo necesitaban los demás.
Problemas, miedos, contratiempos llevados de forma coherente y madura, empezaba a afrontar la vida y sus precios altos demasiado pronto, pero no era culpa suya. Era su corazón, su interior el que la forzaba a ello, ya que no era aceptada por ser demasiado pequeña en un caso y por ser más sabia y madura en otro.
Era tanta la ilusión por encajar en su mundo que una noche deseó tanto ser mayor que... cuando despertó su cuerpo era distinto, sus pies salían por el fondo de las sábanas. Su pijama encogió de tal manera que le aprisionaba el pecho, no le dejaba respirar.
Cuando se miró en el espejo descubrió que se había convertido en una mujer muy bella y adulta.
Pero al contrario de lo que podría pensar, los problemas que ella pensaba que le hacían ser infeliz, pasaron a ser deseados, su madre no la reconoció, y la echó a empujones e insultos de su propia casa preguntándole constantemente donde estaba su hija.
Sus amigas tampoco la creían y la dieron de lado, en el colegio no la dejaban entrar y por la calle no entendía por qué los hombres eran tan maleducados con ella, o por qué la gente que conocía dejaba de mimarla, cuidarla y decirle cosas bonitas que le gustaban.
Al acabar el día, volvió a casa y no le abrieron la puerta, así que tras pasar el peor día de su vida, decidió tumbarse en la puerta de su casa, cerrar los ojos y pedirle a la luna que la volviera a llevar a la niñez, pues quería ser amada, querida y sobretodo ser libre.
Al día siguiente su madre la despertó y le dio un enorme beso y abrazo y muy preocupada le preguntó, ¿dónde has estado cariño? y ella contestó, esperándote mamá”