¿Alguna vez te he dicho que me has asesinado?
Que me has robado la felicidad, que no me has dejado ni gota
de positividad, que me has dejado tan seca que no me quiero.
“Te voy a escribir la historia de una niña pequeña que siempre solía
estar triste si no veía llover. Entonces, un día sin nubes, salió a la calle
triste y se encontró con el sol. Le preguntó a éste que por qué no llovía más
días ya que a ella le hacía muy feliz. Entonces le preguntó el sol, si quería
que desapareciera, y así tendría más días felices, aunque no lo vería más. Y la
niña pensó que sería perfecto tener más días de lluvia, pero que también sería
muy bonito poder encontrarse al sol otra vez por la calle. Así que le pidió al
sol que se convirtiera en lluvia y a la lluvia en luna. El sol haría lo que la
niña le pidiera, siempre y cuando dejara de estar triste”
Había
una niña tan triste tan triste, que deprimía a todos aquellos que osaran
mirarla.
Siempre
estaba amorosa o enfadada, no sabía controlar sus sentimientos. Por eso
prefería estar siempre sola, ahuyentaba a los que querían acercarse. Era capaz
de inventar ideas negativas para que se fueran, ella pensaba que les ponía
pruebas de amor, y que nadie la quería.
No
estaba dispuesta a tener compañía. La gente hace daño. Y cada vez estaba más
sola.
“Una noche oscura sin estrellas que
acompañaran a la solitaria mitad de la luna, camina una mujer, llevaba tiempo
haciéndolo y lo hacía lento muy lento a causa de algo que la atormentaba.
Sentía como la gente de alrededor era incapaz de ver y sentir el dolor que
llevaba consigo.
De pronto vio
a un niño mirándola impasible que se le acercó y le tendió la mano. Ella
desconfió. Y de repente aceleró el paso dejando atrás aquella cara sonriente y
paciente.
Pero tras unos
pasos más se volvió, y le preguntó qué hacía allí. Y el niño le contesto, vengo
a hacerte feliz.
La mujer le
preguntó por qué no podía serlo. El niño le dijo que quizás no sabía lo que es
ser feliz. La felicidad no es reír. No es divertirse. Ni siquiera es esperar
encontrarla, porque la agobiarías. La felicidad será tu camino, tu senda.
Ella le dijo
que le enseñara a serlo. Y el niño mejor le haría un favor.
Me llevaré tu
miedo, tu vergüenza y tu culpa a cambio de que te obligues a ser feliz cada
día”
Y eso hizo el niño, se llevó mi miedo, mi vergüenza y mi
culpa, me dejo sintiéndome en calma, en paz conmigo misma, pero se fue. Y me
dejo con pena, con la misma tristeza, pero sin miedo, vergüenza, ni culpa. Con
la frente arriba y el corazón roto.
Él me
enseño que realmente solo yo misma puedo encontrar la felicidad eterna en mi
corazón, él solo fue uno de los personajes que llegan a tu vida y te marcan,
pero no se quedan.
Ella no
entendió el mensaje, porque lo que hizo en cuanto el niño desapareció, fue
ponerse triste otra vez. Volver a sentir ese dolor profundo al respirar. Pero
decidió estar bien cuando había gente, decidió hacerse sociable. Y estar triste
solo y siempre que estuviera sola. Nunca cerca de gente. Ella realmente fingía,
pero llegaba a creérselo, siempre y cuando, estuviera rodeada de gente. Y
cuando estaba sola, entristecía por segundos, lo peor de todo, es que le
encantaba estar sola. Cada vez le gustaba más estar sola, estaba mejor sola que
acompañada. Aunque sola fuera infeliz y acompañada estuviera alegre.
“Él despertó sobre las 5 de la mañana de un sueño inalcanzable pues
soñó con lo que nunca había tenido, ni siquiera imaginado y ya no volvió a
dormir esa noche. Al día siguiente se fue a la cama pensando en retomar aquel deseado
y precioso sueño, pero no consiguió dormir en toda la noche.
Al día siguiente volvió a pasar lo mismo y empezó a dar el sueño por
perdido pues el miedo a no volver a sentir más aquel sueño le invadió de tal
forma que las noches se convirtieron en pesadilla sin sueño. Su locura llegó a
tal punto que pensó en dormir para siempre y así vivir para siempre en ese
sueño que le llenaba tanto de libertad y paz. Pero a su vez le producía un
dolor muy fuerte en su pecho.
Un día a falta de todas esas horas de descanso, vivió algo que le
recordó a ese sueño tan deseado y puro y fue una sonrisa, una cara y un lunar
en un lugar determinado. Y decidió que transformaría ese sueño en ilusión y que
conseguiría volver a dormir si encontraba la forma de poder ver esa sonrisa
cada día, cada instante, cada minuto, cada segundo.
Pero cuando se quiso dar cuenta estaba dormido y cuando despertó vio
esa cara esa sonrisa y ese lunar en un lugar determinado, respiró profundamente,
se pellizcó y se dioB cuenta que su sueño se hizo realidad”.
La niña triste empezó a tener amigos, con ellos era feliz.
Aunque siempre estaba deseando quedarse sola para poder estar triste.
Un amigo muy especial le declaró su amor, y la niña triste
aprobó la relación poniendo pruebas constantes a su amor.
Este a veces se agobiaba, pero estaba enamorado y la
confianza previa de la amistad era fuerte.
Empezaron a ser felices juntos, pero él quería conocer su
verdad de cuando estaba sola. Ella siempre se mostraba feliz. Pero un día, le
contó que era triste cuando estaba sola, ella creía que le gustaba estar
triste. Y así se lo contó a su amigo.
Él le preguntó que cómo podía ponerse triste estando
felizmente enamorada de él. Y se puso triste al saber la verdad de la niña
triste. Su amigo empezó a estar triste cuando estaba con ella.
Y un día se fue.
“Él se dedicaba a
pintar cuadros de arte. Y tenía la gran virtud de fotografiar cualquier imagen
a través de sus ojos. Paisajes, imágenes, rostros, los plasmaba de forma
perfecta en su lienzo. Un día conoció a una chica, que paseaba con una amiga.
Le llamó la atención que no tuviera brillo en los ojos. Y por esto se propuso
pintarla, retratarla, dejar constancia de algo tan insólito, pero hubo un
problema, fue la única vez que no pudo recordar unos ojos, una boca, su pelo,
sus marcas, sus hoyos, sus lunares. Entonces paró de pintar, y se propuso
conocerla. No volvería a pintar hasta entonces.
La encontró. Y
estuvo observándola días. Tras un tiempo, ella empezó a decirle que algún día tendría
que irse. Y él más se apresuraba en conocer todos sus detalles para poder
recordarla siempre. Y entonces llego el día que marchó. Y él esclavo de aquella
necesidad de recordarla, retomó su pintura.
Pintó y pintó sin
cesar, no comía, no bebía, no dormía. Llego a perder la visión de un ojo a
causa del esfuerzo. Y al tiempo la del otro. Sin visión, su profesión no le servía
de mucho, solo le quedaba esperar a que su vida se consumiera. Entonces
llamaron a la puerta. Y al abrir su nariz se embriago de un olor que le era
familiar, que le recordaba a alguien. Era ella.
Y sin mediar
palabra, le recorrió con su mano toda la cara, con sus defectos e
imperfecciones. Con sus hoyos, con sus labios, su nariz, sus ojos. Entonces sintió
como un rayo que le recorría desde la punta del pelo a las uñas de los pies. Y
solo pensó en pintarla, dibujarla. Y la retrató de forma perfecta, sin verla,
sin ver. Solo su nariz y sus manos lo hicieron posible. Pero fue tan perfecta
la imagen que realizó, que pintó algo que no llegó a ver, el brillo de sus
ojos”.
Los cuentos a veces son tristes, la vida también lo es.
“Pues éste trata
sobre un beso. Perdido en un bosque. Pero no de árboles con ramas y hojas, sino
de ventanas y puertas.
Este beso perdido
siguió una senda que le llevo a un camino. Tras caminar y caminar por el bosque
de ventanas y puertas. Se encontró con que el camino se dividía en dos. Por un
lado, se veía una flecha en dirección a la izquierda que ponía miedo. Y por
otro, otra flecha señalando a la derecha que ponía deseo. El beso pensó en
coger hacia la derecha pues coger por el miedo no le atraía nada. Siguió el
camino del deseo y al llegar allí, se encontró con una sirena que salía de un
lago mediano con el agua muy clara.
Y cuando pudo, le
pregunto a la sirena que si le podía ayudar. Ésta le contestó que para ayudarle
tendría que ir a ver a miedo. Entonces este se dio media vuelta y volvió al
cruce donde se encontraba el camino hacia el miedo. Al llegar se
encontró con un viejo desaliñado y tosco. El cual le pregunto de malas maneras
que qué hacia allí molestándole y usurpando su territorio. El beso le explico
que se había perdido y que había ido a ver a la sirena deseo. Y que esta le
pidió que fuera a verle.
Entonces fue cuando miedo le propuso hacer un trato. Y le propuso un
camino de vuelta lleno de incertidumbre y peligros hasta su casa. Pero que le
ayudaría prestándole una malla de coraje que le ayudaría a llegar a su camino.
Entonces fue cuando beso volvió de nuevo al lago. Y busco de nuevo a deseo.
Pero el lago no estaba. Y la sirena yacía tumbada en el suelo.
Fue cuando apareció el viejo miedo. Transformándose en un bello
unicornio que recogió a deseo y a beso y los llevo directamente al sitio de
donde nunca debieron salir. De tu boca”
También hay cuentos sin final.
“Ella necesitaba ser mayor, encerrada en su cuerpo que le parecía
insuficiente, inadecuado, impropio de ella, de su forma de pensar, de su forma
de vestir, de su forma de mirar y al fin y al cabo de su forma de vivir.
Cada cosa que hacía la orientaba a parecer a los demás que era mayor, más
adulta, ya que ella no lo necesitaba lo necesitaban los demás.
Problemas, miedos, contratiempos llevados de forma coherente y madura,
empezaba a afrontar la vida y sus precios altos demasiado pronto, pero no era
culpa suya. Era su corazón, su interior el que la forzaba a ello, ya que no era
aceptada por ser demasiado pequeña en un caso y por ser más sabia y madura en
otro.
Era tanta la ilusión por encajar en su mundo que una noche deseó tanto
ser mayor que... cuando despertó su cuerpo era distinto, sus pies salían por el
fondo de las sábanas. Su pijama encogió de tal manera que le aprisionaba el
pecho, no le dejaba respirar.
Cuando se miró en el espejo descubrió que se había convertido en una
mujer muy bella y adulta.
Pero al contrario de lo que podría pensar, los problemas que ella
pensaba que le hacían ser infeliz, pasaron a ser deseados, su madre no la
reconoció, y la echó a empujones e insultos de su propia casa preguntándole
constantemente donde estaba su hija.
Sus amigas tampoco la creían y la dieron de lado, en el colegio no la
dejaban entrar y por la calle no entendía por qué los hombres eran tan
maleducados con ella, o por qué la gente que conocía dejaba de mimarla,
cuidarla y decirle cosas bonitas que le gustaban.
Al acabar el día, volvió a casa y no le abrieron la puerta, así que
tras pasar el peor día de su vida, decidió tumbarse en la puerta de su casa,
cerrar los ojos y pedirle a la luna que la volviera a llevar a la niñez, pues
quería ser amada, querida y sobretodo ser libre.
Al día siguiente su madre la despertó y le dio un enorme beso y abrazo
y muy preocupada le preguntó, ¿dónde has estado cariño? y ella contestó,
esperándote mamá”
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