lunes, 27 de agosto de 2018

Y tú ¿Cómo quieres que te quieran?

Cuando la vi por primera vez, su pelo rojo estaba despeinado, más adelante descubriría que es algo habitual en ella.
Llamaba mi atención como una sirena de policía que hace palpitar tu corazón porque llevas porros.
Me embobé con ella, como si fuera aquel caramelo gigante y blandito que obserbas de niño en la pastelería de al lado de casa. Babeaba con su torpeza al caminar, con su tic nervioso de labios.
Nunca supe por qué le avergonzaba tanto caminar sola. Ese día creo que sabía que la estaba observando, aunque ni siquiera se hubiera dignado a mirarme. Llegué a pensar que era bastante creída, pero joder, que buena estaba, que me sentí en el cielo el primer día que la ví, y lo de menos era si se veía guapa o no, simplemente para mí era completa, a primera y última vista.
Y me paró el corazón.
Dió un vuelco a esa noche, no lo entiendo aún, me tuvo preso dos meses.
Me obsesionó tanto que me informé de quién era, y la encontré. Se convirtió en mi vida.
El día que la encontré, también estaba despeinada. Caminaba con su perra, curiosamente ésta, le daba seguridad. Vestía cómoda y desgarbada, pero sus curvas y sus gafas de sol le daban el desparpajo necesario para ser la mujer más sexi del mundo.
Solo se le veía a ella entre la multitud, era tan llamativa como única, rozando el escentricismo estético. Pero que buena estaba.
Vvimos dos meses de amor, yo estaba obsesionado en corregir sus errores, y cada día, me demostraba que no era posible.
Cambié su forma de vestir, calmaba sus ganas de vestir a su estilo. Traté de que engordara, cuando la ví por primera vez, me fijé en sus caderas anchas, de mujer fértil, pero estaba muy delgada.
Y ella cada día fumando más porros, cada vez más deprimida. Yo empecé a agobiarme.
Un día salí de casa para estar fuera el fin de semana, le agarré la cara, y le dije, son dos días gorda, dos días.
Pero al dejarla detrás de la puerta al cerrar, la vi muy lejos.
Y me dió ansiedad. Y empecé a ponerme violento. Y empecé a no dormir bien. Y la segunda noche, supe que no quería volver con ella. Con la desgarbada pelirroja, tan cariñosa y atenta siempre. No es para mi.



- Y no volvió ni a dejarme.


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