viernes, 20 de julio de 2018

AMIGO


Y, a veces, lo más difícil no es reconocértelo a ti amigo, sino a mi misma cuando me pones esos ojos de frente, con esa mirada de no partir jamás un plato queriendo, pues sabes qué amigo, al final serás tú quién me partirá el corazón.

Ya sabemos que el cuerpo lo abrigas, pero no hay forma de quitar de frío del alma.

Me volví a acordar de tí, amigo, de tu sonrisa de niño bueno, del miedo que me daba tocarte.

Y me partiste el corazón, efectivamente de una forma o de otra, me partiste el corazón amigo. Y no paro de recordar de repente nuestras charlas hasta el amanecer, tu piel que no quería irse. El cómo deseábamos lo que no hacíamos, y casi el roce era pecado.

Porque amigo, yo estaba rota, y tú lo sabías. Tenía el alma en los pies, y tú lo sabías. Creo que eras la única persona que lo notaba, porque estamos conectados.

Pero hiciste tu vida como es normal, ¿quién espera a una enferma terminal?

Y dejaste ir ese sueño de acurrucarnos sin prisas, sin nervios, sin porros. Te quedaste con lo que buscabas. Y me alegro por tí, aunque me duela, aunque patees mi corazón cada vez que me rozas, y me cuesta admitir que ya no hay esa química de antes.

Todo comenzó cuando me hundieron sentimentalmente la vida, cuando el niño de "Los libros que me escribías", <se llevó mi miedo, mi vergüenza y mi culpa, me dejó sintiéndome en calma, en paz conmigo misma, pero se fue. Y me dejó con pena, con la misma tristeza, pero sin miedo, vergüenza, ni culpa>. En ese mismo momento llegaste tú, amigo.

Incluso un poco antes diría yo, y tú también participaste en que me volviera desconfiada. Y solo fue una apuesta y una medio cita que no llegó a nada porque preferiste lo anterior en ese momento. Y yo también elegí mal, porque se me cruzó el niño.

Y sigo siendo la niña más triste del mundo, tan triste tan triste, que deprimo a todos los que osen mirarme. Sigo sin saber controlar mis sentimientos, por eso estoy siempre sola. Aunque ahora intento volver a confiar en las personas. Me cuesta interiorizar lo que me enseñó el niño, <que realmente solo yo misma puedo encontrar la felicidad eterna en mi corazón>.

Y aunque <hay cuentos sin final>, yo he venido aquí a buscar el mío. Y no me refiero a mi muerte, sino a la felicidad, a aprender a no dejar escapar las oportunidades, a escuchar, a expresarme, a sentir que estoy viva.


1 "Los libros que me escribías" relato subido en esta página el 8 de marzo de 2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario